—¿Cómo se escribe “infracción”? —preguntó el chico al tiempo que pasaba una página.
—Con un lápiz —replicó su superior, abriéndose camino a codazos. Un raro impulso generoso se adueñó de su mente—. ¿Qué quieres beber?
—No creo que sea apropiado —señaló Zanahoria—. Además, de la Bebida Nacen los Vicios.
Sintió una mirada penetrante en la nuca, y se volvió para encontrarse frente a frente con el rostro amable de un orangután.
Estaba sentado junto a la barra, con una jarra de cerveza y un platito de cacahuetes ante él. Hizo un gesto amistoso con la jarra en dirección a Zanahoria, y luego bebió ruidosamente, al parecer por el sistema de hacer que su labio inferior formara una especie de embudo prensil. Aquello sonaba como una bañera al vaciarse.
Zanahoria dio un codazo a Nobby.
—Hay un mon… —empezó.
—¡No lo digas! —se apresuró a interrumpirlo su superior—. ¡No digas esa palabra! Es el bibliotecario. Trabaja en la Universidad. Siempre pasa por aquí para tomarse una copa antes de acostarse.
—¿Y a la gente no le importa?
—¿Por qué iba a importarles? Cuando le toca el turno, cede el taburete como todo el mundo.
Zanahoria se volvió y miró al simio. Se le ocurrían un montón de preguntas a la vez, por ejemplo: ¿Dónde guarda el dinero? El bibliotecario captó su mirada, la malinterpretó y empujó el platito de cacahuetes hacia él.
("¡Guardias! ¡Guardias!", Terry Pratchett)
les dues primeres frases són del tipus que em fascina. tanmateix, en un punt, em canso, per excés.
ResponEliminaSí, Clídice, s'ha de dosiificar. Però un bibliotecari és un bibliotecari és un bibliotecari...
EliminaEstic un pèl desconcertat.
ResponEliminaEl pèl serà pel simi, Enric.
Eliminano ets l'únic fascinat per Discworld ;)
ResponEliminaJa trigaves ;)
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